jueves, 17 de diciembre de 2009

Fotos del Seminario

De izquierda a derecha: Róbinson (yo), Toño e Iván
Muy concentrado en mis estudios

Varios de mis compañeros de Seminario

Allí en el segundo piso, está mi habitación en el Seminario




La crisis contemporánea de la misión.


El término “misión” ha sido utilizado para referirse a distintas actividades a lo largo del tiempo. Las más utilizadas como sinónimos han sido mandar misioneros a otros países, realizar actividades por extranjeros, alguna agencia misionera, el mundo no cristiano, una congregación local sin pastor propio dependiente del apoyo de una iglesia más antigua, etc.
Todas estas connotaciones ligadas a la palabra “misión”, por familiares que sean, son de origen reciente. Hasta el siglo 16 el término se utilizaba exclusivamente con referencia a la doctrina de la Trinidad, es decir, al envío del Hijo por parte del Padre, y al del Espíritu Santo por parte del Padre y el Hijo.
En general el mundo occidental ha entendido la “misión” como el sometimiento eclesiástico y litúrgico de los pueblos no alcanzados. Muy relacionado a la incursión colonial. A este pensamiento se han opuesto autores de alto valor desde dentro de la propia misión. Uno de ellos es Schütz (1930) y Paton (1953). Ellos realizan una fuerte crítica a la misión como se ha entendido por muchos hasta ahora. Todo esto nos lleva a observar que existe ambigüedad sobre la naturaleza de la misión. Sus demandas han sido demasiado frágiles y basadas en elementos muy básicos. Las motivaciones han ido desde la postura claramente imperialista hasta la idea romántica de encontrarse en un país lejano rodeado de personas exóticas.

Todas estas circunstancias han llevado a reemplazar la confianza en el término “misión” llegando a producir un profundo malestar en algunos círculos misioneros. Incluso ha llegado a producir una parálisis total y a una retirada completa de cualquier actividad tradicionalmente asociada con la misión en cualquiera de sus formas. Otros siguen luchando tomados de la idea de que la misión es un mandamiento bíblico.

Si vemos este tema como una crisis, debemos también entender que, junto con el peligro, también existe una oportunidad. Es imprescindible alcanzar una nueva visión para salir del presente hacia un nuevo tipo de participación en la misión, lo cual no implica necesariamente tirar a la basura la experiencia acumulada de generaciones ni condenar con altivez los errores cometidos. De la idea de un mundo enteramente cristianizado o un planeta libre de hambre e injusticia, debemos centrarnos en otros horizontes más profundos y reales.
En vez de tratar de articular un único punto de vista sobre la misión, debemos intentar bosquejar los perfiles de “un pluriverso de misionología en universo de misión” (SoaresPrabhu 1986:87). No existe un modelo único de misión, por lo tanto, el investigador debe estar dispuesto a proponer sus propias suposiciones y estar dispuesto a revisarlas.

¿Qué se propone para lograr una correcta definición misionera?

Algunas ideas claves que podemos determinar son:

1. Que la fe cristiana es intrínsicamente misionera. El cristianismo es misionero por su misma naturaleza, de otro modo niega su misma razón de ser.
2. La misionología, como una rama de la teología cristiana no es una rama neutral sino que busca un compromiso con la fe cristiana.
3. No podemos delinear con precisión el concepto de misión. No admite definición. No debe ser encerrada dentro de estrechos presupuestos personales.
4. La misión cristiana expresa la relación dinámica entre Dios y el mundo. Primero entre Dios e Israel y más tarde con Jesús de Nazaret.
5. No existen leyes de misión inmutable y objetivamente correcta. No hay una continuidad ininterrumpida entre nuestra práctica misionera y el testimonio de las Escrituras, de hecho, la misión es una empresa que se ejecuta en el contexto de la tensión de lo divino y la confusión humana.
6. La iglesia es naturalmente misionera. Es redundante hablar de “evangelio universal”
7. La diferencia entre misión nacional y misión extranjera no es de principios sino de alcance. La idea de viajar al extranjero no es un requisito sine qua non para la actividad misionera.
8. Existe diferencia entre misión en singular y misiones en plural. La primera se refiere a la misión de Dios al mundo. La segunda es el privilegio en la cual la Iglesia puede participar de anunciar las buenas nuevas.
9. La tarea misionera es amplia y abarca las esferas espirituales, materiales y sociales.
10. La Iglesia esta llamada a no cerrar los ojos ante la injusticia, violencia y opresión.
11. La misión incluye la evangelización.
12. La misión es el no al mundo en el sentido de que no puede mezclarse con movimientos sociales y políticos hasta el punto de identificarse completamente con ellos.
13. La Iglesia no es idéntica al Reino de Dios, pero tampoco es ajena a él. Es un anticipo de su venida. Ha sido llamada a salir de este mundo y al mismo tiempo es enviada al mundo.

Resumen realizado por Robinson Candia Riquelme, alumno del Seminario Teológico Bautista de Chile. (Análisis texto de Bosch)

jueves, 3 de diciembre de 2009

Problemática de discriminación al interior de las Iglesias.


A través de mi experiencia como cristiano he podido constatar que existen y perduran en los tiempos las contradicciones y notorias discriminaciones hacia la mujer y su rol en la Iglesia. Éstas se basan en equivocadas interpretaciones de nuestra religión cristiana, y no hablo sólo de la iglesia católica apostólica y romana, sino también marcadamente en la protestante evangélica. Esto es fácilmente visualizado en la falta de posibilidades para que las mujeres desarrollen con plenitud los dones que Dios ha concedido para realizar el proyecto del Reino.

Para muchos evangélicos la oración de Jesús que señala “hacer tu voluntad, Señor” se confunde con hacer la voluntad del varón.

Muchos cristianos de diversas denominaciones interpretan la Palabra de Dios sin una adecuada exégesis y hermenéutica lo que los ha llevado a prácticas discriminatorias inimaginables que cruzan toda la esfera del sur humano.
El principio creador base para cualquier cristiano debería ser que las relaciones de subordinación y de dominio son contrarias a la voluntad de Dios.
En las muchas iglesias se continúa imponiendo una mirada arbitraria, masculina y patriarcal Dios. Ahora bien, mientras exista discriminación dentro de la Iglesia, esta no podrá mostrarse como defensora plena de la igualdad en derechos de varones y mujeres, y si esta discriminación no fuese superada, no faltará quienes sigan considerando que desde la Iglesia se promueve la mentalidad de superioridad masculina. Debemos como cristianos proyectar nuevas formas de hacer evangelio y abrir espacios amplios para que mujer y varón consigan algún día comer en la misma mesa sin puestos de privilegio, sin miradas de privilegio y sin sueldos de privilegios.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Tren al sur

La semana pasada tuve la oportunidad de estar en Santiago junto a mi familia. Fue bastante entretenido ya que mis hijos no conocían "la capital". En realidad yo tampoco la conozco mucho , pero pude defenderme en medio de esa selva de cemento.
Cuando regresamos a Concepción lo hicimos en tren. No viajaba en tren desde que era niño. El famoso "tren al sur". Junto a mis padres íbamos a Temuco (ciudad al sur de Chile). Era un viaje que duraba como 12 horas más o menos desde Concepción. El tren paraba en cuanto pueblito asomaba. De norte a sur recuerdo Chiguayante, Hualqui, San Rosendo, Laja -con su olor inconfundible-, Renaico, Collipulli -con su elevado puente-, Ercilla, Victoria, Perquenco, Lautaro y, por fin Temuco. Incluso llegando a Temuco cambiábamos de tren y nos subíamos al que llegaba hasta el propio pueblito de Vilcún en donde vivían mis abuelos a 50 kilómetros del Volcán Llaima.

Cuando lo pienso ahora, no me explico cómo soportábamos tanto tiempo. Sin embargo, era tan emocionante para mí el tren. Ver su estela de humo blanco y negro, asomarme por la ventana para observar la parte trasera del tren cuando daba vueltas, escuchar su inconfundible sonido pitando a toda máquina.
Otra historia se daba al interior del tren con toda clase de vendedores, cantantes, guitarristas, castañuelístas (no sé si existe esa palabra en español), etc. Era un mini mundo. Con gente que hacía del viaje en tren una extensión de su hogar, es decir, comiendo, bebiendo, conversando, peleando, comprando, haciendo nuevas amistades y muchas otras cosas. Las 12 horas de viaje no se sentían para mí. Al contrario, prefería mil veces viajar en tren que en un bus que se demoraba 5 horas. Qué tiempos aquellos.
En todo caso a mis hijos también les encantó en tren (el actual). Aunque ha cambiado mucho, conserva varias cosas que no se consiguen en otro medio de transporte. Ya las ventanas no se pueden abrir y en vez de vendedores ambulantes con miles de artefactos existe un salón (snak) de cafetería y comida. Sin embargo, el tren aún conseva su magia difícil de explicar.
El tren ya no va hacia el sur. Solamente existe desde Santiago a Chillán y viceversa. Pero cada vez que puedo, trato de viajar para rememorar esa inconfundible sensación. Quien sabe, tal vez en unos años más vuelva a recorrer todo Chile de norte a sur.

jueves, 24 de septiembre de 2009

“Cuidemos nuestros supuestos”


La semana pasada elegí un tema de predicación relacionado con aceptar a nuestro prójimo sin cargas culturales, emocionales o religiosas de nuestra parte. Se basaba en el texto en el cual Jesús orienta a sus discípulos diciéndoles: “Dejad a los niños venid a mí y no se los impidáis” (Lucas 18.16).
¿Por qué decía esto Jesús? La Biblia nos dice que lo hace como respuesta a la actitud de sus discípulos de querer alejar a los niños de Él. Los discípulos de basaban en el supuesto de que un Maestro como Jesús no podía manchar su reputación como tal, mezclándose con pobres, marginados y niños. Bajo esa concepción en realidad sus seguidores más directos pretendían “salvar la honra” de su Maestro. Entonces Jesús los reprende y les da una lección más profunda que la que vemos a simple vista. No sólo les indica que él acepta a los niños y que de ellos es el Reino de los Cielos, sino que también les dice que dejen de guiarse por sus supuestos. Les dice que abandonen sus prejuicios y que se abstengan de prejuzgar.
¿Qué hay de nosotros? ¿Acaso no caemos en el mismo error? ¿Cuántas veces has prejuzgado a tu hermano? ¿Cuáles son los supuestos que tienes de la Iglesia que te impiden ver su desarrollo tal cual es?
Es curioso observar que los discípulos de Jesús sin duda estaban pensando en los mejor para él. Sin embargo, estaban equivocados. Probablemente muchas de nuestras críticas a la Iglesia o sus dirigentes (incluyendo al Pastor) también están basadas en buenas intensiones, pero eso no significa que nuestra percepción, al igual que la de los discípulos, esté errada. Sumidos en nuestros supuestos podemos llegar a creer que todo debe funcionar como la tradición siempre lo enseñó. Lo mismo pensaban los discípulos de Jesús. La tradición indicaba que un Maestro no podía estar junto a los niños y defendieron esa tradición pensando en el “bien de la causa”. Sin embargo, nuestro Señor rompe esa tradición a tal grado que declara que lo que los discípulos pensaban que estaba mal (atender a los niños en ese tiempo), es justamente lo que estaba bien.
Cuidemos nuestros supuestos bien intencionados. Pidámosle a Dios sabiduría antes de lanzarnos pretendiendo salvar a Jesús o salvar a la Iglesia.

lunes, 10 de agosto de 2009

Seminario


Hola a todos los que se dan un tiempo para leer. Sobre todo a Bernabé que escribió un comentario de mis anteriores publicaciones.

Desde hace varios años deseo asistir a un Seminario Teológico. Qué cosa tan rara dirán ustedes lo cual es cierto, sin embargo, para mí es casi un sueño. No crean que quiero ser cura. En realidad quiero aprender sobre el misterio de Dios y consolidar otros estudios que había realizado antes. Estrictamente hablando es un Seminario Bautista. Se encuentra en Santiago de Chile y lleva como 70 años funcionando.

Llevo recién dos semanas interno. Curiosamente lo que más se hace no es leer la Biblia, sino jugar futbol (en realidad también se hacen otras cosas que luego les relataré). En cuanto a mis profesores diría que son de lo más variados. La semana pasada tuve un ramo llamado Axiología y Fe. No mencionaré el nombre del profesor para no perjudicarlo. Este profe es el típico sujeto un tanto extraño, ligéramente descuidado de su persona, con una mochila de conocimientos que sólo él entiende. De echo en por lo menos tres momentos de la clase se perdió completamente de su discurso y nos tuvo que preguntar de qué estaba hablando o cómo fue que llegó a ese punto. A medida que lo vaya conociendo veré si me animo a hacerle algunas bromas y si pregunta algo similar decirle cualquier disparate.

Otro de mis profesores no puede ser más pastoral. Vestido de traje y corbata entra a la sala y nos lee una porción de las escrituras que luego comenta. A uno le da la impresión que está en catequesis o una típica clase de Escuela Dominical.

También mis compañeros son de lo más variados. Todos muy simpáticos eso sí. Seguramente a medida que conozca más a profesores y alumnos les iré contando más. Por ahora sólo digo... no me acusen.

martes, 7 de julio de 2009

El gran Federer


Hace un par de años atrás comencé a ver tenis de manera más seria. La verdad es que, como cualquier mortal encontraba interesante este deporte, pero en una cultura futbolizada como la chilena, el tenis siempre quedaba en segundo lugar. Sin embargo, un amigo me invitó a jugar un día y desde ese momento jamás lo volví a ver con los mismos ojos. El tenis es un deporte bellísimo. Lleno de clase, coordinación motora, superación mental y física. Al mismo tiempo no me perdía los campeonatos que podía ver por televisión. Sobre todo los grandes campeonatos. De esta manera me encontré con un tenista de excepción. El gran Federer. Cuando lo ví jugar aparecía en el ranking como el número 9 del mundo. Pero me dí cuenta que todo lo que había visto y leído se resumía en él. La técnica del saque, la del revés cruzado a una mano (imposible para mí), las paralelas, el acercamiento a la red, etc, etc. En una carrera meteórica Roger Federer alcanzó el número 1. Yo me sentía feliz.



Sin embargo, el año 2008 (agosto me parece), otro fenómeno llamado Rafael Nadal , le quita el sitial de número 1 a Federer. Bastante más joven que Roger, parecía imbatible. Alcanzaba todas las pelotas en la cancha, corría y parecía no cansarse jamás. Me acuerdo como si fuera ayer cuando Roger sufría la derrota que lo desplazaba al segundo lugar.



Muchos pensaron que ahí se acababa la supremasía del suiso. Sin embargo, cual ave fénix, Federer comienza una nueva etapa. Primero al ganar el Master Series de Madrid derrotando en su propia tierra a Nadal, luego en Roland Garros al vencer a Robin Soderling y finalmente recientemente en Wimbledon, el campeonato inglés que lo corona como el jugador que ha ganado más Grand Slam en la historia (15), superando a Pete Sampras y, además devolviéndole el puesto de número 1. ¡Qué partido ante Roddik! ¡Qué final más hermosa!



Hoy escribo por Roger Federer. Su elegancia al jugar, su temperamento, sus golpes perfectos, su finura en la clausura de los puntos, hacen de este deporte algo jamás visto. Pensar que tiene sólo 27 años.



Puede sonar algo muy personal y extradeportivo, pero me agrada mucho también que Roger sea un hombre casado y pronto a ser papá. Ante una vida tan llena de lujos, tan superflua en especial para personajes cuyo mundo está muy cerca de los excesos ya que parecen tenerlo todo. Que un tenista de elit tenga su mujer y su hijo o hija que ya va a nacer, me parece otro acierto brillante.



Gracias Roger por tu magia. Gracias por tu talento. Gracias por los sentimientos que dejas ver en cada victoria y también tus derrotas.



Tal vez jamás leas este blog, sin embargo, me atrevo a impregnar en estas líneas un sencillo homenaje a tí.

Mi primer día de clases.


Cuando tenía cinco años mis padres se trasladaron a vivir a San Pedro de la Paz. En ese tiempo San Pedro era un pequeño villorrio polvoriento separado de Concepción por el entonces gran Río Bío Bío. Las únicas calles pavimentadas eran la avenida central y aquellas casas llamadas "de la villa" inauguradas por el Presidente chileno Eduardo Frei Montalva allá por el año 1965.Recuerdo bien mi primer día de clases. 1º básico C con la profesora Sofía Urrutia. Era un curso para alumnos mayores de la edad promedio para ese nivel. Nunca supe porqué quedé allí. Tenía compañeros de curso que tranquilamente eran hasta cinco años mayor que yo. Nadie me conocía porque era un recién llegado a la escuela y al pequeño pueblo de entonces. La profesora nos dio rápidamente la bienvenida en la sala. En un abrir y cerrar de ojos sacó un inmenso puntero que más que servirle para apuntar las materias, lo utilizaba para golpearnos en la cabeza o en el cuerpo. Como yo era tan pequeño y no conocía otra realidad educativa, pensé que la educación era de ese modo. Por la misma razón jamás le comenté nada a mis padres. Los coscorrones, cachetadas, insultos, tiradas de patilla, eran el pan de cada día. Para más remate yo me caracterizaba por ser "chistoso". La verdad es que no lo hacía intencionalmente. Sólo decía cosas que a mis compañeros les parecía tremendamente gracioso, pero que a mi profesora le parecía muy inoportuno. En una oportunidad me atreví a pedirle permiso a mi profesora para ir al baño. Ella me miró de pies a cabeza y con un gesto bestial me indicó el camino de vuelta a mi pupitre. Sin embargo, el sonido de mi estómago junto a la posición rígida que debíamos adoptar en nuestras asientos, me hacía no resistir mucho tiempo más. Tome aire, invoqué a Dios y me atreví a ir de nuevo ante la majestuosa figura talla 60 (lo más grande visto por mí hasta ese momento). Por supuesto ella negaba rotundamente mi salida, pero mis cinco años no podían resistir más. ¡El lindo quiere ir al baño! ¿¡¡No te das cuenta que estamos en matemática!!? ¿Acaso no orinaste en tu casa? Profesora, le decía yo, es que no se trata de pipí. ¿Cómo no vas a poder aguantar cabro chico? ¿Te imaginas qué pasaría si yo fuera al baño cuando se me ocurriera? Bueno, añadí, mi papá siempre me dice que mientras más grande es la persona, los peos son más hediondos y yo creo que aquí nadie aguantaría el olor.Mi curso estalló en risa y yo no sabía porqué. Nunca pensé decir algo chistoso, sólo lo que oía de mi familia. Mi profesora trataba en vano de hacer callar a mis compañeros quienes por retener la risa lagrimaban por doquier. Finalmente mi profesora comprendió que mi presencia era un mayor detonate para el jolgorio de ese momento, así es que decidió dejarme ir a mi ansiado lugar de descanso.Ese episodio jamás lo olvidaré. De ese momento en adelante mi profesora me declaró su enemigo personal.