jueves, 24 de septiembre de 2009

“Cuidemos nuestros supuestos”


La semana pasada elegí un tema de predicación relacionado con aceptar a nuestro prójimo sin cargas culturales, emocionales o religiosas de nuestra parte. Se basaba en el texto en el cual Jesús orienta a sus discípulos diciéndoles: “Dejad a los niños venid a mí y no se los impidáis” (Lucas 18.16).
¿Por qué decía esto Jesús? La Biblia nos dice que lo hace como respuesta a la actitud de sus discípulos de querer alejar a los niños de Él. Los discípulos de basaban en el supuesto de que un Maestro como Jesús no podía manchar su reputación como tal, mezclándose con pobres, marginados y niños. Bajo esa concepción en realidad sus seguidores más directos pretendían “salvar la honra” de su Maestro. Entonces Jesús los reprende y les da una lección más profunda que la que vemos a simple vista. No sólo les indica que él acepta a los niños y que de ellos es el Reino de los Cielos, sino que también les dice que dejen de guiarse por sus supuestos. Les dice que abandonen sus prejuicios y que se abstengan de prejuzgar.
¿Qué hay de nosotros? ¿Acaso no caemos en el mismo error? ¿Cuántas veces has prejuzgado a tu hermano? ¿Cuáles son los supuestos que tienes de la Iglesia que te impiden ver su desarrollo tal cual es?
Es curioso observar que los discípulos de Jesús sin duda estaban pensando en los mejor para él. Sin embargo, estaban equivocados. Probablemente muchas de nuestras críticas a la Iglesia o sus dirigentes (incluyendo al Pastor) también están basadas en buenas intensiones, pero eso no significa que nuestra percepción, al igual que la de los discípulos, esté errada. Sumidos en nuestros supuestos podemos llegar a creer que todo debe funcionar como la tradición siempre lo enseñó. Lo mismo pensaban los discípulos de Jesús. La tradición indicaba que un Maestro no podía estar junto a los niños y defendieron esa tradición pensando en el “bien de la causa”. Sin embargo, nuestro Señor rompe esa tradición a tal grado que declara que lo que los discípulos pensaban que estaba mal (atender a los niños en ese tiempo), es justamente lo que estaba bien.
Cuidemos nuestros supuestos bien intencionados. Pidámosle a Dios sabiduría antes de lanzarnos pretendiendo salvar a Jesús o salvar a la Iglesia.

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